Fanfic Rymeria ~Una espera que merece la pena~



Capítulo 1: El presente



Había sido un camino muy duro. Llevaba doce años esperando aquel momento, pero parecía que al fin llegaba. Mientras caminaba, y sus pies poco a poco se iban hundiendo en la arena, el joven Stark reconoció el castillo de Lanza del Sol.
A su lado, su gran lobo huargo jadeaba. No estaba acostumbrado a ese clima y, aunque Rickon le había indicado repetidas veces que se quedara en el bosque, no logró convencerlo.  Habían iniciado esa aventura juntos, y habían de terminarla del mismo modo. La mujer, de cabello cano revuelto, se bajó del lobo y observó la construcción con ojo suspicaz.
- ¿Vas a volver a quejarte del plan, Osha?- Bromeó el joven.
- Después de la decimoquinta vez me di por vencida, pequeño.- Murmuró.- Sólo espero que tu serpiente te haya esperado.
El joven sonrió, avanzando un par de pasos, totalmente confiado. Había un pensamiento que todo el rato cruzaba su mente.
- Me prometió que lo haría, que nunca encontraría un esposo más atento que yo.

 
- Pero se os creyó muerto durante mucho tiempo.- Comentó la salvaje. Intentaba preparar al joven para el posible triste desenlace de la historia. Sin embargo, Rickon parecía no escucharlo. Era cierto, Theon los traicionó y fingió su muerte, pero rectificó. No sabía si perdonarle por eso, él lo había querido durante mucho tiempo… Pero eso había sido doce años atrás, y muchas cosas habían pasado entre medias, por desgracia.
Le habría gustado encontrar a sus hermanas para que le acompañaran en su viaje al sur, Dorne era uno de los pocos sitios donde el invierno lograba soportarse. Pero ambas habían desaparecido tiempo atrás, aunque sabía que seguían vivas. Su corazón se lo decía.
Desvió la vista del castillo y volvió a mirar a peludo. En su lomo colgaba una pequeña jaula donde un ave de vivos colores esperaba en el interior. Doce años había pasado y apenas había logrado salvarlo del castillo cuando escapó, estuvo pataleando hasta que Osha accedió a subir a por él antes de escapar.  Si se ponía a pensarlo, tal vez había sido una acción un tanto arriesgada por un simple pájaro. Pero no podía dejarlo allí, fue el último regalo que recibió de ella. Y el único, si aquello no alcanzaba un buen puerto.

- ¡Lady Nim, Lady Nim, no podéis iros! - El joven de seis años corrió a los establos antes de que la serpiente de la arena partiera de Invernalia. Su visita al fin se había terminado y el pequeño Rickon no podía imaginarse que tardaría mucho en ver a la joven.
Ella se giró, haciendo que su trenza oscilara y los hilos de cobre que entrelazaba entre sus cabellos brillaron con fuerza. La sonrisa se pintó en sus labios mientras se agachaba frente al pequeño.
- ¡Oh Rickon, justo a tiempo! Temía no veros antes de partir- Comentó alegremente la joven, desviando la vista hacia su caballo y haciendo señas a uno de los pajes.- Hace unos días le pedí a mi prima que por favor me enviara algo desde Lanza del Sol y, por suerte, los vientos han sido favorables y ha llegado a tiempo.
- ¿Un regalo? ¿Y qué es?- Preguntó el joven, ilusionado.
Ella sonrió, girándose y mostrando una jaula de cobre con una pequeña ave en el interior. Era  pequeña, igualaba por poco el puño del niño, y se removía por la jaula, posándose para observar a su nuevo dueño.
- ¿Un pájaro?- Preguntó, un tanto decepcionado.
- No cualquier pájaro. Siempre buscará a su pareja. Y, ¿a que sois capaz de averiguar dónde está?
- ¿En Dorne?
- Exacto. Pero es de un sólo uso, así que tenéis que elegir bien el momento en el que lo soltáis.
- ¿Cuándo?- Preguntó el pequeño, sin comprender.
- Cuando estéis dispuesto a hacerlo- La joven le guiñó un ojo, revolviendo sus cabellos y besando su frente con fuerza. Rickon aspiró con fuerza aquel aroma, ese perfume a azahar que se le hacía tan exótico, que parecía aportarle calor en las noches frías, tan intenso que le impedía detenerse aunque quisiera.

Tal vez había sido el recuerdo de aquel perfume lo que consiguió que se levantara todas las mañanas en invierno, cuando el frío le entraba en la médula del hueso y le era imposible pensar que su sangre no se congelaría hasta parar su corazón. Cuando pasó semanas sobreviviendo a base de semillas, cuando ni siquiera Osha parecía capaz de dar un paso más. Entonces era cuando cerraba los ojos y sentía los labios de la joven apretando su frente, su mano acariciando su cabello y de nuevo sentía el aroma a azahar. El calor volvía a inundar su cuerpo y, con él, volvían las esperanzas. Así soportaba el Invierno. Nymeria era su fuerza.
Ignorando las quejas de Osha por el calor que hacía, empezó a rebuscar en su funda hasta dar con lo que buscaba, una de las pocas banderas que habían sobrevivido al asalto de Invernalia, lo suficientemente ligera como para que la criatura pudiera cargar con ella. Con cuidado, ató el blasón enrollado a una de las patas del animal, y dejó que éste lo agarrara bien antes de emprender el vuelo.
Rickon alzó la vista y se lo quedó mirando, viendo cómo volvía a buscar los brazos de una pareja que había perdido doce años atrás.
Deseando poder hacer lo mismo.

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