Yellow Brick Road {Blogs Colaboradores, Capítulo 4}

[A veces hay que seguir nuestro instinto... y el camino de baldosas amarillas a nuestros pies]
Las audiciones llegan antes de lo que me de cuenta. Para cuando me quiero percatar estoy entre bastidores, con un vestido negro que cubre hasta medio muslo, de terciopelo fino. No puedo evitar remangarme y tirar para abajo del borde del vestido cada cinco segundos mientras espero, intentando contener los nervios. Lo peor es estar nerviosa por la incertidumbre, desear pasar y fallar al mismo tiempo. No saber qué hacer con tu vida, pero querer un cambio y mantenerme igual al mismo tiempo.

Recuerdo que mi tía siempre decía que los segundos anteriores a entrar a un escenario se hacían eternos. Es la frase con la que comenzó a subir sus artículos del blog, donde se hizo famosa y acabó conociendo al amor de su vida, a quien sería su compañera de aventuras y el productor de su discográfica. Todo comenzó de golpe tras dejar atrás la ciudad de Barcelona y perseguir su sueño.

Bajo la vista, a la flauta que reposa sobre mi regazo. ¿De verdad estoy haciendo esto por mí? 

Ella siempre decía que la música debía guiarme, y hace rato que la flauta dorada no me sirve. Me duele ser así de sincera, porque siento que la dejo de lado. Sin embargo los remordimientos no me impiden marcar el número de mi madre antes de que me de cuenta.

— ¿Diga?— Responde al otro lado. Puedo notar que está desconcertada. El nudo en mi garganta se vuelve más fuerte cuando intento hablar y suelto un sollozo.— ¿Dorothy? ¿Estás bien?

— Mamá, ¿y si me equivoco?

— No te muevas de ahí.— Me dice antes de colgar. Yo solo resoplo, intentando que las lágrimas no me corran el maquillaje. Como si pudiera moverme sin temblar.

Apenas pasan unos minutos antes de que aparezca. Su cabello rubio está recogido en un moño tan rígido como el mío, y parece mi viva imagen. Cuando inclina la cabeza con aire triste y se sienta a mi lado ya no puedo más, no con su lástima, y vuelvo a llorar sobre su hombro, sin poder evitarlo. Llevo semanas ocultando mi inseguridad ante ella, guardando el miedo, pero ya no puedo más. Me hundo como si fuera de nuevo una niña y no supiera tenerme a flote si no es con ella, y aunque solo sea durante unos instantes, sus caricias me reconfortan.

— ¿Qué te pasa, cielo?

— Siento que la fallo, mamá. Que si dejo la flauta estoy renunciando al sueño que mi tía no tuvo, pero no sé si es el mío. Me encanta la música, pero…

— Dorothy, no eres Lucía.— Me dice mi madre. Es la primera vez que oigo que pronuncia su nombre desde hace meses. Sé que era su hermana y que le costaba recuperar la confianza y hablar de ella sin sentir tristeza.— Sé que quisiste seguir sus pasos, un poco emocionada por la idea y un poco
presionada por nosotros, pero no debes sentirte mal si no te llena. Pasa en las mejores familias.
Me dedica una sonrisa tierna, secándome las lágrimas, y durante un instante solo nos quedamos abrazadas, sintiendo la caricia reconfortante sobre su hombro. El tiempo sigue corriendo, pero parte de su presión ha desaparecido ya. Ahora los minutos y el pasar de las horas no se hace tan apabullante, aunque todavía me queda una cosa por hacer.

Me pongo en pie, recomponiéndome. Noto las mejillas pegajosas y es probable que mi rímel ahora mismo sea parte de mi sombra de ojos. Mi madre me mira con sorpresa cuando empiezo a retocarme.

— ¿Vas a salir?— Me pregunta. Recomponerme es difícil, pero esbozo una sonrisa y asiento.

— Será mejor despedirla a lo grande.— Bajo la vista a la flauta que, pese a todo, sigo sosteniendo entre mis manos. Tal vez no pueda ser su recuerdo, porque tengo que ser yo misma, pero quiero rendirle homenaje.

Al fin dicen mi nombre para que suba al escenario. Sin la presión de la audición y con un futuro incierto frente a mis pies avanzo hacia el escenario con una pequeña sonrisa. Nunca me había fijado hasta ese momento, pero con la iluminación sobre el escenario parece que las láminas del suelo sean un pequeño camino de baldosas amarillas.

Me detengo todavía entre bambalinas, sonriendo con suavidad y tomando aire. Respiro despacio y, antes de volver a andar, siento que parte del peso que tenía encima se queda atrás.

— Hasta pronto, Lucía.— Murmuro.


Los primeros conciertos con la nueva banda no han sido más que puro caos. Me agencié un compañero de derroteros de Finlandia y con el que tocar se ha vuelto toda una aventura, sobre todo por intentar solventar el idioma. La primera vez que abandonamos Nueva York se quedó atrás por tener todavía un reloj con la hora europea y tuvo que coger un vuelo de urgencia para llegar a tocar a tiempo. Ahora me lo tomo todo con cierto humor, pero en su momento los audios de whatsapp gritándole con toda la sarta de insultos que me ha enseñado en finlandés debieron de asustarle un poco.

Mi mundo no ha cambiado tampoco demasiado, Robyn me ascendió a cocinera y tengo que meter muchas horas extra cuando ando en Nueva York para compensar por los días que hago pequeñas giras por Estados Unidos. Puede que este solo sea el primer paso de un nuevo camino, pero estoy muy contenta de seguirlo y saber que la música, al final, ha vuelto a ser mi compañera.

Solo tuve que seguir el camino de baldosas amarillas, y, ahora mismo, es hora de pisar Kansas por primera vez. ¿Qué clase de Dorothy sería si no viajara a la ciudad del famoso tornado?

Todavía no tengo claro cuáles serán mis próximos pasos, pero sí conozco mi destino.

La ciudad sobre el arcoíris.

Comentarios

  1. Qué lindo final. Es cierto, a veces uno de presiona mucho en nombre de lo que pensamos que quieren los demás de nosotros. Lo bueno es que Dorothy tuvo el apoyo de su familia para decidir lo mejor para ella también al final. Preciosa la historia, felicidades por terminar esta ronda :D
    ¡Saludos!

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  2. Me ha encantado! De verdad
    Sin palabras..
    🌺Te espero por el rincón de mis lecturas, un besote

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