Cambio de papeles ~Microcuento~


Dejo un relato recién salido del horno, ha sido basado en hechos reales después de ser por un día la madre en esta familia, jajaja. Sigo escribiendo historias, pero estas cositas son más fáciles de escribir que el Lhanda, por ejemplo.
Y nada, espero que estéis disfrutando del verano los del hemisferio norte, y del invierno los del Sur. A mi se me están derritiendo las ideas, con este calor no hay quien pare.
Un besín!

Cambio de papeles

Llevaba varios días quejándose de gusto. Después de un año fuera, la joven por fin volvió a casa, donde su padre la mimaba como no estaba escrito. Siempre había sido un poco niña de papá, siempre le había gustado que la cuidaran, y muchas veces era un poco culo de sofá a la hora de hacer la cena.
Estaban a punto de dar las once y su padre seguía sin aparecer. Empezaba a preocuparse. No es que tuviera hambre, había cenado bastante. Pero por mucho que muchas veces se quedara sentada, o esperara a que le pidiera ayuda para acudir a la cocina, o por lo poco que parara en casa, no por ello estaba menos preocupada.
La puerta se abrió y la figura del hombre cansado avanzó hacia el salón, básicamente para decir que iba a lavarse. Ni una palabra de la cena, eran ya las once y diez y nada. Salió de la ducha y se desplomó en el sofá. Agotado, sin siquiera haberse duchado y oliendo a sudor.  Se le escuchaba resoplar cada poco, y su día distaba mucho de acabar.
Ella era la hija, la niña mimada y la culo de sofá.
Se levantó, dirigiéndose a la cocina. Sacó un paquete de salchichas de la nevera mientras iba hacia el lavavajillas. El aire cálido que escapó nada más abrir la puerta le hizo saber que había que sacar toda la cubertería. Olvidándose momentáneamente de ello, sacó únicamente la sartén y un par de platos pequeños. Echó aceite y encendió la vitrocerámica.
El sonido de los platos siendo colocados se iba alternando con el de rellenar las jarras de agua, o con el crepitar del aceite. Cuando estuvo caliente echó las salchichas y siguió guardando vasos; cuando acabó con los vasos, giró las salchichas y fue con las tazas. De nuevo giró, y de nuevo fue guardando la cubertería. Cuando estaba acabando, apagó la vitrocerámica y dejó que las salchichas se hicieran lentamente mientras guardaba y tiraba la basura.
Al terminar, llevó al salón en una mano los dos platos con sus cubiertos, y en otro el kétchup y la bebida. Por suerte, los vasos ya estaban ahí.

Su padre sonrió, cogiendo uno de los platos y dándole un beso en la mejilla. Le hizo cosquillas con su barba, aunque ya casi estaba acostumbrada. Ambos comieron en silencio y, al finalizar, la chica recogió mientras su padre se iba a la cama, aún sabiendo que no iba a dormir.

Ella era la hija, la niña mimada, y l culo de sofá.
Pero, a veces, sabía cambiar los papeles, y convertirse en la madre.

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