Antes de partir ~Relato corto: parte 2~

Y continuamos con el mini-relatillo de El Fantasma del Lhanda. Ah, a todo esto, es un spoileraco de la leche de la novela en sí. En rigor me quedan 4 caps para llegar a esta parte en wattpad, pero es que tenía que escribirlo (además, que no es un spoileraco spoileraco porque es un secreto a voces).
Daimen va a tomarse algo justo antes de partir. Lleva meses esperando, pero ha decidido que una hora es demasiado para él.
Y, por si acaso no leísteis la parte anterior, está aquí

Antes de partir



- Vaya… es una noticia genial.- Sonrió Tao, tras unos segundos de duda. Cuanto más hablaba con él, menos miedo tenía a que me castrase, pese a que sabía que tenía que andarme con cuidado. Cuidaba a su hermana con la misma intensidad con la que un perro protege una casa. Mejor tomárselo con calma- ¿Así que dejas el Lhanda?
Negué.
- El Lhanda viene conmigo, no pienso dejar que lo convirtáis en un arma.
- Lo cuidaría y lo sabes.- Sonrió Tao.- ¿Cuándo sales?
Miré lo que me quedaba de la cerveza con gesto pensativo. Arqueé una ceja y le di un largo trago.
- Calculo que una media hora, depende de lo rápido que bebas.- La sorpresa se plasmó en el rostro de Tao, el cual volvió a mirarme.
- La echas mucho de menos, ¿eh?- Asentí, volviendo a mirar la espuma que se formaba en la superficie de la jarra.- Te comprendo, yo también.
- ¿Por qué te quedas?- Me atreví a preguntar. Muchas veces le había ofrecido, a él y a sus padres, acercarles a la frontera y vivir con ella. Sin embargo, nunca aceptaron mi oferta.
- Renunciar al ejército no es una tarea fácil.- Suspiró él, reclinándose en su asiento- Incluso contando con la ayuda que me pudieran otorgar Owen o Ida, estaría jodido si quisiera cruzar la frontera. Podría considerarse un acto de alta traición y, como comprenderás, no quiero eso.
Asentí, lo peor que podía pasar es que aparecieran soldados en la casa de una bruja en otro país. Las alarmas saltarían y la guerra se expandiría todo lo posible.
- Simplemente tengo que esperar a la tregua, o a las vacaciones, para verla.- Se lo intentaba tomar del mejor modo posible, de eso no había duda. Pero a mi no me bastaba. El piloto de aeronave no tiene vacaciones.
Me acabé la cerveza de un trago y posé la jarra vacía en la mesa. Tao me observó, llevándose su propia jarra a los labios.
- ¿Y ya has pensado cómo vas a encontrarla? Edrev es grande.
- No si sabes dónde buscar.- Concluí. No sabía dónde habían dejado a Clarya ni qué había sido de ella. Owen se había negado a informarme y convenció a Ida para que tampoco hablara. Pero sin embargo sí que sabía a dónde se había dirigido Clarya.- Hablé con ella sobre Edrev una vez. Sobre lo poco que conocía de la ciudad… Ella está allí.
En la casa que la mencioné. En donde mi padre siempre había deseado estar.
Aunque no supiera exactamente dónde me refería, Tao asíntió. Tal vez sabía más de su hermana de lo que quería hacerme creer, o simplemente comprendía que yo también tenía mis medios para encontrarla. Entre otros, ciertos pasajeros de Edrev a los que supe preguntarles las preguntas justas: como que había una joven bruja trabajando en un precario zoológico de la ciudad.
Pero me guardé aquel dato para mi. Levantándome al ver que Tao había acabado, le estreché la mano.
- ¿Cuidarás de ella por mi?- Preguntó, apretándome con fuerza.
- Lo haría aunque no me lo pidieras.- Apreté su mano y le miré a los ojos. Es extraño, se parecían a los de Clarya, podía verla en ellos… Pero al mismo tiempo, faltaba esa chispa que los volvía especiales. Estaba mirando a Clarya, y al tiempo no.- Tu simplemente ayúdame a llegar.
No necesité explicarle cómo. Tao asintió y se alejó. Mientras me subía al Lhanda, le vi retener a un par de controladores aéreos. Accioné la nave con gran dificultad, estando solo, y me dirigí a Edrev.

- Clarya, nos estamos quedando sin hepática de las fuentes. ¿Puedes ir al mercado?- La pregunta me pilló por sorpresa mientras revisaba la plantación. Dirigí una mirada alrededor, intentando localizar la planta que me había pedido. Estaba segura de haberla plantado, y la habría reconocido rápido. Crecía cerca de los ríos en los que me crié de pequeña.- No cielo, no hay, he tenido que tratar de úlceras a un par de animales y acabé con la producción.
Miré a Gaide. Había algo en su mirada que me decía que no me lo estaba contando todo. Sonreía como si me estuviera ocultando algo. Me recordó en parte a Surina, siempre guardándose algo para ella.
- ¿Quieres que me lleve a Nieves?- Tal vez es que tenía visita. Sabía que prefería que la niña no se cruzara con sus parejas, como si quisiera alejarlas de ese ritmo de vida. Sin embargo, negó, empujándome en dirección al pueblo.
- Ve, anda, no seas boba. Necesitamos esas vermífugas.
Me detuve, arqueando una ceja.
- ¿No dijiste Hepática?
Hubo una pausa que apenas duró medio segundo, pero pareció hacerse eterna.
- Necesitamos ambas. Anda, ¡corre!
Me encogí de hombros. No era quién para juzgarla.
Caminé hacia el mercado con soltura. Llevaba ya el tiempo suficiente para no perderme por las calles. Podía caminar mirando al suelo, con los ojos cerrados o mirando al cielo. Mi favorito era este último. Siempre que podía, alzaba la vista, deseando ver llegar un dirigible desde Elaika. No cualquiera, por supuesto…
Quería ver el Lhanda.
Pero, aunque no podía dejar de mirar, sabía que era un imposible.
Qué equivocada estaba.

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