Quince años de frialdad ~Microcuento~

Irónicamente, es el relato número 15 del four by flash, y el anteúltimo de este mes del four by flash (por fin). Lo siento, pero me estoy quedando sin ideas y es frustrante.
Este microcuento sale de una pregunta en mi ask, que puse esta tarde en twitter y me dieron una serie de palabras para utilizar en el relato. En rigor me habían dicho que al menos tres, pero como estoy así de loca, usé todas las palabras que me habían dado.
 Recuerdo que si queréis podéis proponer un relato corto en mi ask, ya sea con una palabra, frase o lo que sea, que sobre todo ahora me son necesarios, aunque solo me quede un relato para acabar.
Y sin más miramientos, dejo el microcuento.



Habían pasado quince años desde aquella noche, aunque la recordaba a la perfección. Cuando el profesor de tenis y la doncella asfixiaron a su madre, llevándose gran parte de su herencia, ella había estado allí, escondida en un armario. Era pequeña, pero supo que era mejor callar. Su felicidad se había desvanecido con el ultimo aliento de la mujer, y el recuerdo la perseguiría por toda la eternidad.
Y nunca olvidó. Observó a través de la ventana la tormentosa noche, no era fácil distinguir nada, excepto cuando los truenos iluminaban las copas del bosque de abetos que rodeaba la casa, esperando con paciencia. El reflejo de la ventana le devolvió una mirada que emanaba la sabiduría de los búhos, de años de observación y conocimiento. Sin embargo, la curva excesiva de su sonrisa desfiguraba su rostro, demostrando que hacía tiempo que aquella joven había perdido la razón.
Y entonces lo vio, un fuerte rayo mostró las siluetas de ambos individuos colgando del bosque, sus inertes cuerpos ondeando al viento. Ensanchó su sonrisa y volvió al comedor.
Ella se había molestado en no dejar pruebas, en poco a poco reducir la moral de ambos individuos, en reducir sus esperanzas a una soga colgando de un abeto. Habían dejado la comida sin tocar, corriendo al comedor como si la vida los estuviera persiguiendo. Años como su doncella, pero al fin había saldado sus cuentas.
Se sentó, cogiendo uno de los trozos de pizza que estaban intactos sobre la mesa.
La venganza se servía fría, pero la pizza no.

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