No era una princesa ~Drabble~

¡Hola! Comenzamos la segunda semana del Four by Flash con un relato corto que vino a mí el sábado. Era el día de la mujer, y mi twitter y google plus estaba casi dedicado en exclusiva a la mujer... Entre eso, y que la noche anterior había leído "El Nombre del Viento", me vino esta idea a la cabeza. ¡Espero que os guste!



A medida que el fuego la rodeaba, la joven de largo cabello castaño comenzó a preguntarse qué era lo que debía hacer. No era una princesa, y por tanto no habría un solo príncipe dispuesto a ayudarla. Estaba sola en aquella aventura.
¿Y si necesitaba a alguien que la salvase?


Se trataba de una simple panadera, muy acostumbrada a trabajar con un fuego que estaba bajo control. Ahora, con la casa cubierta por las llamas, el humo impidiendo su respiración, y la entrada tras una cortina de llamas ambarinas, el recuerdo del horno de piedra en el que todas las mañanas horneaba el pan se hacía muy lejano.
¿Y si nunca volvía a hornear su dulce pan?
Cada segundo que se quedaba quieta podría ser el último. Y aún así, sus pies parecían clavados al parquet, sus manos se habían vuelto peso muerto, y si no caían al suelo era porque los hombros seguían manteniendo el peso. Siempre se había preguntado por qué la princesa no bajaba de la torre, por qué no mataba al orco que la impedía salir al sol, y por qué siempre esperaban al príncipe para que las salvara. Y, sin embargo, ella estaba igual. El miedo la habría paralizado.
¿Y si ella también necesitaba un príncipe?
Pero no, ella no era una princesa, sus manos no eran suaves sino ásperas, las manos de una mujer a la que nunca le habían dado hecho. Sus piernas eran fuertes, puesto que no tenía transporte y andaba todos los días hasta la panadería en la que trabajaba. El cansancio se reflejaba en las ojeras, las arrugas que se le formaban en la frente y en las llagas de sus pies. Ella no era una princesa.
Y podría salir de ahí.
Se adentró en el baño, cogiendo una toalla y empapándola en el agua de la bañera que no había podido tomarse. Se cubrió con ella lo mejor posible, y avanzó a ciegas hacia la puerta. Fue difícil, seguía notando el calor en sus piernas a medida que andaba. Pero cada paso que daba la volvía un poco más ligera a medida que sentía el miedo alejarse y caer al suelo, consumido por un fuego que de él solo dejaba cenizas.
Cuando salió a la calle, la confianza había vuelto a ella.
No era una princesa.
Y no necesitaba serlo.

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